Odio estar enamorada de un idiota.


Me haces agradecer la vida casi tanto como el arte o la literatura. No se trata de una cuestión cuantitativa, sino de una cuestión cualitativa: nunca había agradecido la vida de este modo. Eres distinto a todos los libros que he leído y a todos los cuadros que he visto. Te admiro de un modo distinto, y eso que yo he admirado el talento de muchos hombres. Pero no es tu talento, es tu ser. No tienes que mostrar ninguna habilidad especial, aunque sé que las tienes; se trata de lo que eres. Y cómo lo eres.
Hay una dimensión de mí que nunca había sido tocada, que permanecía cerrada. Impenetrable. Que aún estaba vacía en mi ser. Sólo tú fuiste capaz de entrar en ella y llenarla. No eres algo que se añadió a mi vida y fue a parar al montón de cosas que la formaban previamente. Ocupaste tu propio espacio.
Y, cuando te miro, no sé si el corazón me da un vuelco por lo que eres, o por lo que representas, o por el presente, o por el pasado, o por lo que tienes dentro, o por el color de tus ojos. No sé si es una cuestión de hábito; lleva años haciéndolo, y puede que ahora lo haga por eso mismo, aunque no tenga un motivo ya que lo impulse. El salto que tiene asociado a tu presencia y/o tu apariencia. A veces hacemos cosas sólo porque las hemos hecho siempre